Al norte de Ecuador, a dos horas de Quito, se encuentra Ibarra, una ciudad rodeada de ríos, lagos y la cordillera de los Andes. Esta ubicación es propicia para integrar una zona rural y natural con el área urbana consolidada. El proyecto se desarrolla en un lote histórico, donde la antigua plaza de toros representa una oportunidad para recuperar el espacio público y revitalizar la infraestructura en declive a través de un elemento catalizador. El objetivo es reactivar este hito arquitectónico abandonado, creando un equipamiento que promueva la accesibilidad, la productividad, la sostenibilidad y la innovación. Se busca reintegrar el sector social, cultural, productivo y económico mediante una infraestructura intergeneracional de bajo impacto ambiental, que utilice sistemas constructivos sostenibles y eficientes, favoreciendo así un desarrollo sostenible y resiliente. El diseño responde a las condiciones contextuales y sociales del entorno. El lote limita con una quebrada, un polideportivo, un conjunto habitacional y un terreno baldío, lo que ha provocado una falta de interacción en la zona debido a la escasez de espacios para el desarrollo físico, mental y económico. Por ello, el proyecto propone una infraestructura integradora que funcione como un conector social, impulsando el desarrollo del sector. El edificio se organiza en tres niveles, con un programa arquitectónico diverso y flexible. En el subsuelo, conectado a la antigua plaza, se desarrollan actividades recreativas y deportivas, mientras que la plaza misma se convierte en un espacio polivalente. En la planta baja, el acceso principal articula áreas administrativas, comerciales y de servicios. En la planta alta, se ubican clubes de domótica, espacios de coworking y fabricación digital, aprovechando la versatilidad del sistema constructivo. La propuesta utiliza un sistema constructivo 100% de acero, con distintas soluciones estructurales. El primer bloque emplea un sistema porticado con vigas y columnas metálicas, mientras que el elemento suspendido en la planta alta se apoya en un cantiléver con vigas habitables, cerchas y tensores. El proyecto se describe como “un simbionte integrado a su génesis, un relator y testigo; una metamorfosis que impregna su versatilidad al contextualizarse, haciendo suyo el sitio y emergiendo como el elemento contemporáneo de su pasado; una mímesis parcial que entreteje el ideal de intergeneracionalidad, un residuo del pasado, un simbionte del presente y un guiño al futuro”.