El proyecto, una casa unifamiliar en un contexto urbano en los valles de la ciudad de Quito, Ecuador. La propuesta se define en dos decisiones básicas, por un lado, establecer una armoniosa relación con un proyecto construido colindante y por otro lado, promover la privacidad para que los espacios que no requieren conexión funcionen de manera independiente. Para ello, ambas decisiones se resuelven en dos bloques iguales que se dividen por un eje conector que se abre hacia el otro proyecto. En cada bloque se utiliza una forma de “C” para cerrarse hacia el espacio que no se desea enfrentar. Esto permite zonificar el área de servicios hacia las formas de “C”, creando una dualidad entre bloques. De ahí el nombre 2C. El proyecto busca revitalizar la sensibilidad material. La madera, con su artesanía, disposición, forma y expresión honesta, complementa tanto el entorno territorial como el nuevo espacio destinado a la habitabilidad. El ritmo entre las fachadas y las texturas de las sombras crea un juego experiencial cuyo propósito es proporcionar espacios cálidos y acogedores. Los espacios vacíos y llenos se convierten en soluciones para orientar tanto los espacios interiores como las vistas hacia las relaciones exteriores deseadas. Como una anomalía compositiva, el círculo destaca la conexión de la casa con el proyecto colindante, transformando la ventana en más que un simple hueco, convirtiéndola en un vacío destinado a la contemplación. Por último, en su distribución funcional, la planta baja del bloque A aloja los usos comunes y sociales de la familia, la planta baja del bloque B un dormitorio que tiene directa relación con el proyecto colindante más zona húmeda colectiva. La planta superior en el bloque A aloja habitación principal sin relación con el proyecto colindante y bloque B dos habitaciones que tienen relación directa con el proyecto colindante (abuela, abuelo – nietos). Finalmente, la circulación vertical se resuelve en el eje conector.