Escuela comunitaria de pescadores como el nuevo nodo de identidad colectiva en Camarones, Esmeraldas.
Premio de participación: Premio Medalla de Oro
Categoría de participación: Equipamiento y otras tipologías
País de representación: Ecuador
Participantes:
- Arq. Lía Monserrath Paladines Murillo
Memoria
Don Floresmiro y su familia residen en la comunidad de Banderas, en Camarones, Esmeraldas. Esta localidad se encuentra conectada a la Vía Rápida Troncal del Pacífico E-15, lo que facilita la comercialización de productos pesqueros. Sin embargo, sus hijos deben caminar dos horas para llegar a la escuela más cercana, exponiéndose a diversos riesgos. Esta situación afecta a más de 120 familias en la zona, donde Camarones presenta el tercer índice más alto de analfabetismo en el cantón de Esmeraldas.
El proyecto se desarrolla a partir de un estudio sobre sostenibilidad, territorio y educación, considerando la escuela rural como un espacio que acoge identidades y emociones, y que genera capital social. A través de procesos etnográficos, se realizaron diversos acercamientos para identificar soluciones espaciales a las realidades cotidianas de la comunidad.
Los resultados del registro etnográfico se clasificaron en categorías antropológicas, teológicas, sociológicas y geológicas, las cuales llevaron a decisiones de diseño en aspectos como materialidad, uso de instrumentos autóctonos y distribución de espacios.
La propuesta de una arquitectura sustentable en contextos precarios se abordó mediante técnicas pasivas que satisfacen necesidades sociales, económicas y ambientales. En la zona educativa, se contemplan áreas de enseñanza, servicio, recreación y cultura. En la zona comunitaria, se planifica una plaza colectiva con espacios virtuales, locales comerciales, huertos, una capilla y una sala de música.
El diseño arquitectónico se basa en tres ejes: la integración de conocimientos ancestrales y arquitectura vernácula adaptada, el uso de materiales locales para la exploración espacial, y un elemento estructural que conecta las zonas educativa y comunitaria de manera fluida.
La construcción emplea una estructura mixta de madera, hormigón y caña guadúa, utilizando configuraciones de columnas basadas en técnicas de anclaje transmitidas por los miembros de la comunidad.
El resultado es un espacio que articula diferentes capas de interacción entre los usuarios y el conocimiento, facilitando la conexión entre la vida familiar y escolar, y promoviendo un hábito de preservación cultural que crea un nuevo nodo de identidad colectiva.
El proyecto aspira a integrarse plenamente a la comunidad, con la esperanza de que un día Don Floresmiro pueda decirles a sus hijos: “Esta es tu historia, esto te pertenece”.