Centro Educacional Toconao

Premio de participación: Premio Panamericano
Categoría de participación: Equipamiento
País de representación: Chile
   Participantes: 
  • Arq. Jorge Marsino Prado
  • Arq. María Inés Buzzoni Garnham

Memoria

A 2.500 msnm en el borde nororiente del salar de Atacama, se ubica la localidad de Toconao (lugar de piedra en lengua kunza), un pequeño oasis en la desembocadura de la quebrada de Jere, cuyas aguas fertilizan los huertillos familiares que históricamente dan trabajo y alimento a poco más de 800 miembros de la comunidad ancestral Lickanantai, antes que estas desaparezcan bajo el suelo del desierto más árido del mundo. Desde fines del siglo pasado esta comunidad se ha refugiado en Toconao para preservar y difundir desde ahí su cultura ancestral la cual sienten amenazada por las transformaciones en el modo de vida que ha producido el auge poblacional debido a la creciente actividad turística en la zona, que hizo de la vecina localidad de San Pedro de Atacama un destino de clase mundial, además de la explotación minera del litio. Luego de alcanzar su reconocimiento como comunidad indígena atacameña en 2006, los toconares lograron recursos del estado para reponer la antigua escuela N°7 en un proyecto de 4800m2 de obra para albergar a 480 estudiantes con foco en la interculturalidad y que provienen de otros poblados cercanos dispersos en la periferia del salar de Atacama. Recordando a la Arq. Glenda Kapstein, nos preguntamos, ¿Cuáles son los elementos que amarran la arquitectura al lugar, de modo que se constituya en parte del paisaje y a su vez colabore a la memoria e identidad de sus habitantes?, ¿Cuál es el carácter de la arquitectura de este lugar, de clima y condiciones extremas de desierto?, ¿Cuáles son las invariantes que deberían transformarse en un hecho vital para la arquitectura del desierto, llamado el más árido del mundo?. A través de procesos de diseño participativo con la comunidad Lickanatai y las investigaciones de Kapstein, reprodujimos en el proyecto una cosmovisión atacameña ajustada a la escala del poblado, una grilla de geometría no euclidiana alberga un conjunto de volúmenes de baja altura, desfazados para dar lugar a los huertillos que brindan sombra y humedad al ambiente, revestidos con piedra liparita (piedra volcánica) para regular la inercia térmica y dar continuidad a la mano de obra que trabaja este material tradicional e identitario. El proyecto es un edificio de fachada continua, de vanos mínimos y hermético hacia el exterior como las casas altoandinas que se agrupan en torno a un patio central desde el que se aprecian en todo momento los grandes cerros que son sagrados y se consideran seres vivos que proveen protección y seguridad por lo que son objeto de pagos u ofrendas en lugares sagrados. Para los Lickanatai esto es un hecho sagrado. Su cosmovisión está centrada en la tierra, dando cuenta de una profunda relación del hombre con su medio natural. “Tenis que saber que todos los cerros son personas, ellos son los primeros habitantes de esta tierra y hay que respetarlos”. Don Cecilio González González. “Así pasa cuando sucede”, testimonios de vida atacameños, recopilación de Cecilia Uribe y Manuel Rodriguez. Editions du Relif, 2014. Pp.47.

Ubicación