El terreno, en un condominio cerrado, con 1.800 m², se presenta como un plateau y contempla un bosque en desnivel en la parte trasera. Buscando anular los límites entre interior y exterior, la casa se organiza como un gran plano continuo. Su bloque principal, de vidrio y madera, flota sobre paredes laterales revestidas en piedra moledo, que contraponen la ligereza de la caja superior y anclan la obra al suelo. Los aleros migraron de su posición habitual y fueron llevados al primer piso, garantizando horizontalidad, además de sombra y protección contra la lluvia. El piso superior está envuelto por una piel de madera calada, que a veces avanza y se separa de los paneles de vidrio, formando terrazas privadas. La iluminación natural hace de esta residencia un experimento bajo la luz. Por la noche, esto se invierte, transformándola en una gran lámpara, tramando luz y madera. Su ligereza está garantizada por la técnica adoptada y las esbeltas proporciones buscadas en el proyecto, con estructura metálica en los pisos principales y con una cubierta ligera — compuesta por capas aislantes e impermeabilización totalizando cerca de 7 cm de espesor—. Es la primera obra con estas dimensiones, infraestructura compleja y tecnología, en estructura metálica, para uso residencial en Curitiba.